La afición desconocida de Alfonso X el Sabio

Esto es un artículo escrito por Álvaro van den Brule, aparecido el 23 de junio de 2018 en El Confidencial. Se puede leer el original aquí.

Recientemente tuve la oportunidad de acceder a la privilegiada y hermosa biblioteca que tiene en Madrid el probablemente mayor erudito que hay en este país sobre el arte–ciencia del ajedrez, el apasionado historiador Don Joaquín Pérez de Arriaga. Tras una incontestable exhibición de conocimiento por su parte en esta disciplina milenaria, desembocamos en dos temas de singular interés. La labor de mecenazgo del rey castellanoleonésAlfonso X el Sabio y los contrastados descubrimientos sobre lo que cada día va siendo más evidente, tal que es el nacimiento y la procedencia del ajedrez en los mágicos territorios del antiguo Egipto.

Un libro de impecable presencia y tapa dura -el ‘Tractatus’ de Ludo Scacorum– habla de aquel venerado rey castellano que en el siglo XIII, apoyado en una miríada de escribanos, tradujo en una labor ardua y faraónica todos los conocimientos que los árabes habían acumulado hasta el momento sobre el ajedrez y su periplo histórico con sorprendentes y desconcertantes conclusiones; una de ellas, asombrosa en sí misma, la del irrefutable origen del ajedrez en tierras egipcias. Esta posibilidad que ya apuntaban tímidamente Manetón y Herodoto como contraposición a otras teorías que sostenían sus fundamentos ancestrales en el relato de su nacimiento indo-persa, en sus versiones de la Chaturanga y el Shatranj, era sustentada por otro historiador e investigador, el norteamericano David Shenk en el ameno e instructivo libro cuyo título es ‘La partida inmortal’.

La teoría de la procedencia indopersa del ajedrez puede estar sujeta a un efecto muelle, teniendo el eje de su centrifugado en el antiguo Egipto

El caso en el que se menciona la procedencia de este milenario juego y su original localización en las antiguas tierras egipcias está basado en una larga tradición de frescos repartidos por diferentes localizaciones, tumbas y museos (sótanos de El Museo Egipcio de El Cairo) en las que el desconocimiento de la técnica de la perspectiva (uso de la profundidad mediante luces y sombras) que introduce Brunelleschi (1377-1446) cuyo uso prolifera en los albores del Renacimiento, le resta cierta veracidad en lo que respecta a la apreciación objetiva del detalle.

Es paradójico y determinante el famoso faldón de gamuza arlequinada y con piezas inequívocamente distinguibles que cubre el féretro de Asetemachbjt(2,80 x 2,16 m) que nos revela y descoloca en las creencias sobre la procedencia del ajedrez asumidas hasta la fecha.

Compendio de sabiduría

Para el caso que nos lleva, este importante descubrimiento del Doctor Pérez Arriaga que propone la exportación desde Egipto en los momentos posteriores de máxima expansión de la Hégira hacia el Este (esto es hacia los antiguos territorios del decadente Imperio Chola en sus guerras con los Pallava, momento que aprovechan los árabes para colarse desde Afganistán), nos hace suponer que la teoría de su procedencia indopersa puede estar sujeta a un efecto muelle teniendo el eje de su centrifugado en el antiguo Egipto. La documentación con la que avala este docto humanista esta alternativa está sustentada en la investigación de más de un millar de libros genéricos de historia y docenas de ellos específicos del ajedrez cuyo estudio le ha llevado cerca de sesenta años en una asombrosa labor de investigación digna de encomio.

Cuando Alfonso X el Sabio decide recopilar este compendio de sabiduría y traducirlo con ligerísimas modificaciones sobre el ajedrez “árabe” crea algunas derivadas introduciendo los dados en versiones con más escaques. Es sabido que esta opción habría sido imposible, pues entre otras cosas, el azar no está contemplado en El Corán. Y no solo eso, sino que los propios árabes tuvieron que justificar la morfología inherente a las figuras para evitar la idolatría –tampoco aceptada por su libro sagrado–, justificando con cuentos y leyendas preliminares la procedencia del mismo desde países exóticos (como era el caso de Irán, la antigua Persia); para así, de esta manera, evitarse sustos mayores ante las interpretaciones rígidas y expeditivas de El Corán por fanáticos parapetados tras la Sharia. Los cuentos introductorios servían de coartada para que el maestro de turno tuviera garantizada una vida sin sobresaltos y con el cuello garantizado sobre los hombros; de esta forma, se conjuraba la muerte súbita en mor de la propia creatividad y las transformaciones propias de la evolución de cualquier juego o arte, y se desplazaba la responsabilidad a autores de lugares remotos. Esto, obviamente, hacía que el ajedrez fuera aceptado socialmente sin ser cuestionado teológicamente.

En el campeonato informal de Sevilla en 1282 una veintena de jugadores proporcionan al rey 84 libros de teoría ajedrecística

Además, este enorme rey introduce un juego de procedencia egipcia, El Alquerque de doce (también lo había de seis y de tres –tres en raya–). El Alquerque de doce con el tiempo se convierte en el juego de las Damas y por extensión transfiere en el tablero un espacio de uso común para el uso del ajedrez, ajedrez llamado de la Dama Vieja o Alferza, que no tenía las enormes competencias que tiene actualmente la Dama actual con sus avasalladores movimientos. Toda esta información está reflejada en su famoso libro –uno de los varios que escribió–, el ‘Libro de los Juegos’.

En el campeonato informal de Sevilla en 1282 una veintena de jugadores proporcionan al rey 84 libros de teoría ajedrecística junto con los famosos mansubat (ejercicios de mate, ganancia de material o táctica), muy habituales entre los musulmanes en apuestas de bajo perfil de un corte parecido a los “chinos”, donde se podían jugar discretamente una taza de café etíope, un té de hierbabuena o lo que fuera menester.

Iniciativa trascendental

Este gran rey ya propone una alianza de civilizaciones (en el reducido o enorme espacio peninsular de la época) como se ve reflejado en el célebre dibujo de la famosa tienda real con las dos lanzas verticales y juntas mirando hacia el cielo, sinónimo de un elevado interés superior que emana conciliación. Setecientos años más tarde, la URSS lo conseguirá implantando en 1924 el ajedrez de forma obligatoria traducido en el enorme éxito social de este arte–ciencia por sus trasferencias en todos los ámbitos científicos como herramienta multidisciplinar y abarcando a todas sus vastas repúblicas.

Este rey castellanoleonés, hijo de una madre políglota de un estratosférico nivel cultural (Beatriz de Suabia) no solo amplió los territorios del reino incorporando las taifas de Murcia y Sevilla y repoblando grandes extensiones de la alta Andalucía –no sin resistencia por parte de los mudéjares–, sino que impulsó la Escuela de Traductores de Toledo, una iniciativa de calado trascendental para dar consistencia a la nueva prosa castellana sobre el omnipresente latín.

Valores perdidos

Para esta labor, reunió a un conjunto de sabios expertos en hebreo, árabe y latín, germen de la futura Escuela de Traductores. Cristianos, judíos y musulmanes desarrollarían una labor científica de primer orden recuperando textos de la Antigüedad traduciéndolos del hebreo y el árabe al latín y al castellano que empieza su singladura como lengua diplomática de los reyes de Castilla. De esta forma, el castellano deviene en lengua culta no solamente en el lenguaje literario y científico que por primera vez supera al latín en el scriptorum de la Corte.

No hay que olvidar que este hombre de una elevada sabiduría heredada de su docta madre abre la primera universidad europea, Salamanca. Cabe destacar que para el ejercicio de su magna obra cultural, no solo escribe con una fluidez pasmosa a temprana edad las cantigas de escarnio en galaico-portugués, sino que llama a su Corte a trovadores occitanos, genoveses, catalanes (Arnaut Catalán), y franceses de la categoría de Guiraut Riquer. Todros Abulafia, judío toledano y autor de un cancionero de centenares de páginas manuscritas, redacta unas elevadas y bellas elegías hacia este hombre de una altura humana sin par. Pero la cosa no queda ahí; hasta el propio Giovanni Boccacciolo menciona como personaje central en su obra ‘El Decamerón’ poniendo el acento en su elevada talla moral y proverbial generosidad.

Alfonso X el Sabio quizás sea la encarnación de unos valores perdidos, una especie de eslabón del gran Summa Artis que señala a unos pocos escogidos.