Hablamos en tiempos pasados del célebre mansubat de La princesa Dilaram. A pesar de lo que dijese el nativo almorteño al respecto, lo cierto es que no hay constancia alguna sobre la historia original. Probablemente es algo que inventó sobre la marcha el individuo que hizo la primera compilación de problemas donde apareció este mansubat (o la más antigua que se conservó).
Sea como fuera, diversos especímenes de homo sapiens a lo largo de la historia consideraron que era importante salvaguardar esta información, y así le dieron forma de diagramas, caracteres y dibujitos.
En los gérmenes de nuestra patria española tuvimos un rey sabio, como los de los cuentos, llamado Alfonso X. El alcance de la influencia de sus actos seguramente nunca podrá medirse. Dotó al reino castellano de su primera legislación a través de las Siete Partidas y fue un pionero del conocimiento universal, fundando la Escuela de Traductores de Toledo que, existiera o no (hay controversia), pone de manifiesto su interés por universalizar el conocimiento, superando barreras lingüísticas y culturales.
Para nosotros, su obra más interesante ha de ser el Libro de los Juegos. Hace poco, un miembro de Ajedrez sin Fronteras tuvo la suerte de poder avistar el único original que se conserva, en la reducida aunque suntuosísima biblioteca del Monasterio de El Escorial, junto a unos Tácitos.
En este libro se recogen las muestras más antiguas de muchos de los juegos de mesa conocidos, como el backgammon —en la familia de los juegos de tablas— y los juegos de dados. Y, por supuesto, el ajedrez. Aquí se recoge una selección de unos cien problemas clásicos de ajedrez, casi todos tomados de la cultura árabe, de quien heredamos nuestro gusto por el damero, y ellos a su vez del chaturanga indio.
El libro está muy bien ilustrado, con el estilo naif de la época, pero con un sentido decorativo muy desarrollado. Y recoge algunas variantes del problema de Dilaram, como por ejemplo la del folio 38:
En esta ilustración vemos a un rey blanco (arriba, a la izquierda), en lo que sería a1, excesivamente agobiado. Estando en esa posición, no se entiende muy bien por qué no ha caído ya… ¡Drama! El que juega de negras es un señor mayor, muy leído, y le está advirtiendo con un dedo muy recto. Pero el de blancas no tiene problemas, es un tipo feliz con su copa y su porrón de buen vino.
Hay alguna variación más del Problema de Dilaram, pero nos vamos a fijar en una muy curiosa del folio 56:
En este caso hemos de suponer que mueven las negras, porque si no no habría problema de ningún tipo. Son dos damas cristianas lanzándose miradas severas y está claro que la del escote vertiginoso introduce su mano derecha en el tablero con intenciones aviesas.
Seguramente estos dibujantes del siglo XIII trataban de representar en estas páginas a personajes en cierto modo intemporales. Aparecen árabes, persas, chinos, cristianos, visigodos, hombres y mujeres, laicos y religiosos… Todos despachando sus diferencias en el tablero de juego. Por orden de Alfonso X, el Sabio.